Terminó 2012 y empezó 2013. Todo, hasta aquí, habitual –haciendo caso omiso de lo que como tal intentan endosarnos-, menos la buena estrella que, supernova, cometa o sencillo asteroide, decidió desviarse del clásico belén para posar su brillo en la obra de Dolors Alberola. La poeta ha sacado a la luz en 2012 cuatro libros; Todos los trenes mueren en línea recta (Origami), La escopeta de Lily Mae (CVA), Meteoritos (Vitruvio) y Máquina (Denes), éste último galardonado con el premio César Simón, de la Universidad de Valencia; una lluvia casi jupiterina, si no fuese netamente alberoliana, pues nadie, a estas alturas, ignora su asombrosa fecundidad (no en vano, Ana Sofía Pérez-Bustamante dijo de ella que vivía en permanente éxtasis poético) ni la calidad de sus resultados sobre el papel en blanco, consecuencia directa de un talento indiscutible y un trabajo tenaz, pues la autora escribe y escribe y, por imponderables del mundo editorial, tan sólo una parte, relativamente pequeña de lo escrito, adquiere la estructura y condición de libro, listo para volar.
                A estos cuatro libros, sin embargo, tendremos que añadir –esperamos que pronto- otro título, Dasein, recientemente reconocido con el premio Leonor –el de Soria-, uno de los más prestigiosos de la nomenclatura nacional.
                Esto sucede después de un paréntesis de silencio, cerrado en 2011 con la publicación de Sobre la oscuridad (Rumor Visual).
                Y Dolors Alberola, que vuelve por sus fueros, continúa innovando; lustra continuamente su poética y explora cuantos caminos se abren a su mirada, renovando el lenguaje y, como ella misma gusta decir, arquitectando la expresión,  cimiento al fin y al cabo de ese signo lingüístico que es todo libro.
                Hemos querido que nos lo cuente, que nos lo explique, que deslice, a ser posible, alguno de sus misterios. Nada mejor para ello que la conversación, plasmada en la entrevista que se ofrece al lector seguidamente, mantenida en su casa jerezana, entre libros y libros y más libros, carpetas llenas de inéditos o sépase qué y el hermoso desorden de quien ordena el caos. Era el último día de 2012. Y por delante un año, como siempre, en busca de la luz.